miércoles, 12 de mayo de 2010

Antecedentes

En 1650, en el barrio de Angola, situado en Pachacamác, se construyó una cofradía en donde se realizaban las juntas y reuniones de los pobladores provenientes de Angola que residían en ese lugar. Se cuenta que en ese espacio yacía un muro de adobe donde, un humilde esclavo, al que nunca se le identificó, retrató la imagen de un Cristo moreno. El 13 de noviembre de 1655, un fuerte terremoto azotó la ciudad de Lima, y en Pachacamac nada quedó en pie a excepción de aquel muro, éste no presentaba ninguna alteración. Como consecuencia de éste hecho los sobrevivientes empezaron a acudir a ésta imagen con mucha devoción. Desde 1670, se comenzó a fomentar el culto por Antonio de León, quien por medio de la adoración a la imagen sanó de un tumor maligno incurable; a partir de ahí la noticia recorrió la zona y se hizo costumbre reunirse los viernes a cantarle.

El 12 de septiembre de 1670 por orden del cura Laureno Mena, se dispuso a borrar la imagen. El pintor asignado para borrarla subió la escalera, pero lo sobrevino un desmayo. Ya recuperado, se puso nuevamente frente a la imagen dispuesto a realizar su labor y quedó momentáneamente paralizado, entonces bajó la escalera y renunció a realizar su trabajo. Luego, otro hombre decidió reemplazarlo y le sucedió lo mismo. Un tercer hombre subió, a éste se le hoyó decir que Cristo había movido los labios y que sus colores se habían avivado, por lo cual no la borraría. Después de lo sucedido, el Virrey visitó la imagen y decidió que esta debía mantenerse, coordinándose así una misa la que fue celebrada el 14 de septiembre (día de la exaltación de la Cruz).

Juan Quevedo y Zarate fue el encargado de proporcionarle a la imagen una ermita hecha de adobe. Cuando se ejecutaban las obras para encajonar y fortalecer estos muros de adobe, la única imagen que no sufrió fue la pintada en Pachacamac.

Un relato significativo relacionado con el Señor de los Milagros es el de Sebastián Antuñano, de nacionalidad española, que estando próximo a la muerte, mentalizó al Señor de los Milagros y pidió con fervor que lo sanara, lo cual se cumplió. Por ello, en 1673, regresó a Lima y en 1684 dedicó su vida a cuidar la imagen hasta el año en que murió.

El 20 de octubre de 1687, hubo un nuevo terremoto, el cual tuvo fuertes réplicas. Como consecuencia, la mayoría de las casas sufrieron daños. El mar inundó la población y los muertos llegaron a más de 500; a pesar de eso, el muro mencionado permaneció firme, sin ninguna rajadura ni grieta. Antuñano, quien todavía vivía, aprovechó para hacer una copia de la imagen y llevó a cabo la primera procesión del Señor de los Milagros.

En octubre de 1746, hubo un terremoto más, que fue el más violento de todos y, nuevamente, las viviendas se inundaron, tanto así que la ciudad tuvo que ser reconstruida. La destrucción fue de toda Lima, en general, pero nuevamente, el Santo Cristo desafió a las fuerzas de la naturaleza, pues seguía en pie.

Las primeras maravillas y milagros obtenidos por medio de esta imagen fueron la conservación de la imagen, el intento fallido de borrarla, las curaciones atribuidas en distintas épocas y, por medio de los donativos del salón de la iglesia, que dan testimonio de los favores que ha hecho el Señor de los Milagros. Finalmente, en la historia del Santo Cristo de los Milagros se mencionan curaciones que van desde tumores o ceguera, hasta la pérdida de parálisis de los miembros inferiores.

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